25 - junio - 2021

10 años del descenso. La cadena de despropósitos que terminaron en el día más triste de la historia de River

l día más oscuro. La jornada más triste de la historia. El final de un camino tortuoso que River no corrigió durante tres temporadas. Diez años después, la perspectiva que ofrece el tiempo resalta que el desenlace fue un resultado inevitable. Las lágrimas y el abatimiento, producto de los despropósitos y el descontrol de los dirigentes. La angustia y el desconcierto, la consecuencia de una crisis futbolística que se devoró las oportunidades que le presentó el recorrido.

El empate con Belgrano significó el final de un desastre que había comenzado mucho antes
El empate con Belgrano significó el final de un desastre que había comenzado mucho antesEMILIANO LASALVIA

El miedo impidió entregar respuestas y ante el escenario desconocido, la peor reacción: el escándalo, la violencia, la furia, la intimidación, el apriete… El descenso, después de perder la serie de la Promoción con Belgrano, de Córdoba, marcó al club, al fútbol argentino y hasta al Gobierno. El estallido, con epicentro en Núñez, tuvo réplicas en todo el planeta. El gigante, el club con más títulos nacionales, se derrumbó el 26 de junio de 2011; el Monumental hizo de caja de resonancia. “Si tropezás grande, te levantás gigante”, el slogan de la reciente campaña al cumplirse nueve años del regreso a la elite, conjuga las penurias del pasado y la gloria que se construyó tras hundirse en el pozo.

 

Imposible imaginarlo, pero el peligro comenzó con la vuelta olímpica en el torneo Clausura 2008. El Monumental que vibró con conquistas inolvidables -esa fría tarde de junio se cumplían 25 años de la obtención de la segunda Copa Libertadores- se tiñó de sufrimiento y frustración. El empate 1-1 significó la condena para las recetas impresentables, el despilfarro, las operaciones oscuras y el desgobierno.

Planteles sin jerarquía y técnicos que no fijaron una identidad y aceptaron imposiciones. Mercados de pases desatendidos, desperdiciados, cuando el material era insuficiente para escapar del riesgo. Épocas de jugadores que fueron ídolos antes de jugar y que más tarde decepcionaron en la cancha, de emblemas que aportaron desorden y dilemas internos con sus actos fuera del campo de juego. De barrabravas que impusieron terror en el club y en las tribunas.

 

Fuente: LA NACION.